Día Mundial Sin Tabaco

Día Mundial Sin Tabaco

El antes y el después: testimonio de 3 exfumadores

Dejar el cigarrillo es el propósito de muchos fumadores, un verdadero reto frente a una adicción poderosa que cada año mata a 6 millones de personas en todo el mundo y que, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, acaba con la vida de la mitad de quienes adquieren el hábito.

En Venezuela, cerca del 35% de la población fuma o, lo que es lo mismo, padece tabaquismo, una enfermedad crónica de gran repercusión sistémica, declarada como primera causa de invalidez y muerte prematura en el mundo y factor de riesgo asociado las tres primeras causas de muerte a nivel global: enfermedad cardiovascular, pulmonar y cáncer.

Cumplir la promesa de dejar de fumar requiere determinación, esfuerzo, constancia, fuerza de voluntad y, en algunos casos, apoyo médico y psicológico. A continuación 3 exfumadores, pacientes del Servicio de Neumonología del CMDLT, relatan cómo abandonaron definitivamente el hábito a través de experiencias y procesos diferentes pero guiados por un elemento común: el deterioro violento y notable de su salud.

Pedro Gómez, 63 años

testimonio
“Fumé por 40 años, desde los 17. En el 2005 estuve en terapia intensiva y me diagnosticaron hipertensión y EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica). Salí de la clínica y dejé el cigarrillo. Cuando empecé a sentirme mejor cometí el disparate de dejar las medicinas y retomar el vicio. Uno como fumador se cree el cuento de que eso calma la ansiedad, que tranquiliza. Y la tos, que siempre está ahí, uno se la atribuye a un resfriado, a la lluvia, al aire acondicionado. Siempre hay una excusa para no asumir el problema. En 2009 fui ingresado por emergencia y estuve nuevamente en terapia. La doctora me dio dos opciones: dejar de fumar y vivir unos años más, o empezar a preparar mi entierro. Tomé entonces la decisión de dejar el cigarrillo, de forma radical y definitiva.

Durante mi época de fumador nunca tuve un síntoma serio que me hiciera pensar que el cigarrillo estaba afectando negativamente a mi organismo. El daño fue acumulativo, silencioso e irreversible, y el deterioro fue muy rápido una vez se manifestó: no podía dar tres pasos sin sentirme agotado. Hoy, gracias al tratamiento y la rehabilitación, que incluye en actividad física, he recuperado un poco mi condición. Todas las noches me acuesto pensando en mi rutina de ejercicios del día siguiente. Es un compromiso que asumí conmigo.

Mi motivación fue mi salud y mi vida, que estaba en juego. Fue una decisión categórica, un día dije ‘no fumo más’, y no fumé más. Aprendí a dominar la ansiedad con caramelos, con chocolate, con agua. Hoy le siento sabor a la comida, duermo mucho mejor, tengo más energía y un excelente estado de ánimo. Para dar ese paso lo primero es querer hacerlo. Si no hay un interés real, ni siquiera lo intentas. Tengo una hermana que fumaba y yo no dejaba de darle consejos, de decirle que se mirara en este espejo, pero ella no me hacía caso. Un día me llamo y me dijo que se estaba asfixiando. Tuve que llevarla a una emergencia. Ya va para 2 meses que no fuma. Al igual que en mi caso, la salud fue el detonante, pero la decisión fue absolutamente personal.

A quienes se están iniciando en este mal hábito les recomiendo no hacerlo: no calma la angustia, no relaja, no da ninguna buena nota, no conduce a nada bueno. Y a quienes fuman, propónganse dejar el cigarrillo de una vez y para siempre, porque la factura que pasa es bien triste. Si necesitan ayuda, solicítenla. Yo encontré apoyo en mis médicos, en quienes confié plenamente. Sin ellos, no lo habría logrado. Si no se sienten a gusto con el especialista que los trata, cambien, busquen uno con el que tengan empatía, que satisfaga sus expectativas, sigan sus recomendaciones y cumplan el tratamiento. Sin embargo, lo mejor que pueden hacer es no esperar a llegar a una condición de salud que exija dejar el cigarrillo. Empiecen hoy”.

María Elena Landáez, 59 años

testimonio
“Comencé a fumar a los 14 años y no sé en qué momento se convirtió en un vicio que no pude dejar. Sólo paré durante mis dos embarazos y mientras amamanté. Después, lo retomaba como si nada, con la misma intensidad. No fue sino hasta hace 6 años que empecé a tener problemas respiratorios durante un viaje, en el que me di cuenta de que no podía caminar al ritmo a los demás, aun haciendo mi mejor esfuerzo. De regreso a Venezuela me diagnosticaron EPOC. No sabía qué era eso, tuve que buscar en internet y sólo vi que era horrible. El médico me explicó que se trataba de una afección irreversible y que mi capacidad pulmonar nunca volvería a ser como antes.

Logré dejar el cigarrillo con apoyo psiquiátrico del Programa de Cesación Tabáquica del CMDLT, en un proceso gradual que me tomó mes y medio. Pensé que sería algo radical que me iba a alterar demasiado, que me iba a generar ansiedad, pero lejos de ser prohibitivo y de un día para otro, fue progresivo. Agradezco al equipo que me trató: no me asustaron, me dieron seguridad, confianza y tranquilidad, sin esconderme lo serio de mi cuadro.

Nunca me propuse abandonar el hábito de manera voluntaria a pesar de experimentar rechazo familiar y social. Yo contestaba lo típico: ‘de algo me voy a morir’. Para ese momento yo gozaba de una aparente buena salud. El daño fue acumulativo pero se manifestó de repente, sin dar señales. Antes del diagnóstico yo era una persona activa y de la noche a la mañana tuve que volverme más sedentaria. Incluso ahora que tengo controlada la enfermedad y he recuperado un poco mi condición, no volví a tener la energía de antes.

Debemos tener en cuenta el daño que causamos en los demás, el ejemplo que damos a quienes nos rodean. Mis dos hijos cayeron en este vicio. ¿Cómo les decía yo que no? Cuando fumamos, les damos un patrón de vida. Pero cuando dejamos de fumar también: uno dejó el cigarrillo y el otro lo está intentando.

Mi mensaje no es decirle a le gente que deje de fumar, porque uno no lo hace por consejo ajeno. Además, no me gustaba que me lo dijeran. Mi verdadera recomendación es que visiten un neumonólogo, que se chequeen. Yo nunca lo hice hasta que me sentí realmente mal. En el fumador, el daño está ahí y avanza de forma silenciosa. No esperen a que se manifieste. Y si necesitan apoyo profesional, búsquenlo. Yo sola no lo iba a lograr. Cuando el doctor me remitió al psiquiatra yo me preguntaba si creían que estaba loca. Luego entendí que no se trata de eso sino de ir con quienes tienen las herramientas. A veces el apoyo que te brinda un familiar, aunque con la mejor intención, no logra su objetivo. Algunas personas debemos ir más allá”.

Juan Evelio Santaella, 79 años

testimonio
“En mi época todo el mundo fumaba, nadie te decía que no lo hicieras, no existían campañas como ahora. Los grandes actores y locutores le hacían publicidad al cigarrillo y no había prohibición de fumar en ningún lugar. Yo comencé a los 12 años y fue a los 40 que entendí que se trataba de algo nocivo. Entonces me empeñé en dejarlo. Finalmente, a los 45 años, lo logré: a eso de las 6:00 de la tarde de un día cualquiera escuché por televisión una voz muy dulce diciendo: ‘mañana es el Día de No Fumar, ¿por qué no hacemos una pruebita y no fumamos por ese día? Tal vez logremos dejarlo’. Agarré la caja de cigarrillos y la lancé por la ventana. Hasta ese día fume. Sin embargo, no sabía que el daño ya estaba hecho: 15 años después de abandonar el hábito apareció la dificultad respiratoria y fui diagnosticado con EPOC.

Es un vicio horrendo, diabólico. No ayuda en nada, no deja nada. Hay muchachos que mientras esperan a la novia prenden un cigarrillo y caminan de un lado a otro, creyendo que va a llegar más rápido. Fumar no calma los nervios, al contrario, aumenta la ansiedad porque te crea dependencia, y te va dejando sin oxígeno. Con los tratamientos es posible mantenerse, pero la capacidad respiratoria no se recupera más nunca.

Yo tuve la mejor orquesta de Barquisimeto durante 25 años: Santaella y su Combo. Era pianista y además fui cantante, pero el cigarrillo atentó contra mi voz. También tenía una granja y disfrutaba mucho del trabajo en el campo. Eso tampoco pude hacerlo más. Afortunadamente, paré a tiempo para recibir tratamiento médico, mantener controlada mi condición y seguir entregado a la música, que es lo que me da vida. Cuando me falta el aire, empiezo a tocar y respiro. Dejar de fumar es vivir, es disfrutar de aquello que te apasiona. Es ser mucho más feliz.

Pienso que el que sigue fumando lo hace porque no ha padecido las consecuencias o porque no ha recibido un mensaje que le llegue. Todos mis hijos son exfumadores. Las palabras dulces y amorosas que supe decirles hicieron más efecto que cualquier regaño. Al que no fuma le pido que ni se le ocurra probarlo. Es un veneno. No poder respirar es casi equivalente a estar muerto. Y al que fuma le digo que sí se puede. Yo pude, muchos han podido. No esperes a tener un síntoma que puede aparecer muchos años después, cuando el daño ya está hecho. Para dejar el cigarrillo busca algo que te inspire, que te apasione. A mí la música me equilibra, me cura, me da vida. Si quieres fumar, busca un cuatro y te olvidas. Haz la prueba, no fumes por hoy”.